El precio de la indiferencia política y la advertencia de Platón

El precio de la indiferencia política y la advertencia de Platón

Platón lo advirtió hace siglos si no participas en política te gobernarán los peores. ¿De verdad quieres dejarles el mando sin pelear?

Es curioso cómo nos hemos convertido en espectadores de nuestra propia historia política. Como si bastara con hacer scroll, dejar caer un comentario condescendiente en una cena familiar y repetir el eterno “todos son iguales” para sentir que cumplimos con nuestro deber cívico. Porque claro, implicarse es incómodo. Y pensar, peor aún.

Platón ya nos lo dejó escrito hace unos 2.400 años, sin necesidad de tuit ni filtro: "El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres". Lo repetimos como si fuera una cita decorativa para Instagram, sin entender que es más un epitafio que una frase célebre. Mientras tú esquivas la política, ella se mete hasta en tu sopa.

Gobernar o ser gobernado

Platón no filosofaba desde un sofá de terciopelo. Había presenciado cómo su maestro era condenado por una mayoría democrática y cómo el sistema, aunque restaurado tras crisis profundas, mostraba signos claros de fragilidad: discursos manipuladores, decisiones injustas, líderes que buscaban el aplauso fácil más que el bien común. Y ahí se le ocurrió algo tan loco como sensato: que gobiernen los sabios. Los que saben lo que es el bien, no los que solo quieren poder.

Claro, suena idealista. Pero también lo es pensar que si tú no haces nada, alguien decente vendrá a hacerlo por ti. En política, la ausencia no se nota como en una fiesta. Aquí, la ausencia se rellena rápido. Y no con los mejores.

Porque mientras tú decides que la política no es lo tuyo, hay alguien en una sala llena de aplausos fáciles planeando cómo convencer a los que sí votan. No a ti, que te quedaste en casa.

El cinismo se lleva puesto

La moda del siglo XXI no es el voto, es el cinismo. El descreimiento cool. El análisis sarcástico sin fondo. Esa manera de lavarse las manos en una piscina de argumentos que no conducen a nada.

Y todo mientras cierran tu centro de salud, desaparece el programa educativo de tu hijo o te suben el alquiler. Pero tú, tranquilo, porque tienes una buena frase para rematar en el grupo de WhatsApp.

Nos han convencido de que ser cínico es más inteligente que ser ingenuo. Que es más lúcido quien señala la podredumbre sin mover un dedo que quien, al menos, lo intenta. Y así vamos, haciendo cola en la pasividad mientras otros se cuelan por el pasillo del poder.

Y lo hacen bien. Sin prisas. Con método. Porque para ganar no necesitan tu voto, solo tu indiferencia.

Pensar cuesta, pero no hacerlo sale más caro

Pensar duele. Da pereza. No vende. Y, sin embargo, es lo único que ha hecho avanzar al mundo.

Actuar, ni hablemos. Porque cuando te levantas del asiento, dejas de ser espectador. Y eso da miedo. Porque puedes fallar, puedes hacer el ridículo. Pero también puedes trazar líneas. Decidir. Recuperar espacio.

Eso no lo da ningún tuit viral, ni ningún "me gusta" en un comentario lúcido y hueco.

Platón no pedía mártires, ni héroes de cómic. Pedía adultos. Personas que no huyeran de la plaza pública cuando el aire se pone denso. Porque cuando los buenos se van, los necios no dudan. Avanzan. Sonrientes, convencidos, impunes.

Y tú, que creíste estar a salvo, te descubres obedeciendo sus normas.

¿Entonces qué?

No hace falta colgarse pancartas ni debatir en televisión. Solo hay que entender que no hacer nada también es hacer algo. Que cada silencio pesa. Que cada "me da igual" es un cheque en blanco.

La política está ahí aunque no la veas. Está en el suelo que pisas, en la comida que compras, en la red que usas para leer esto. Está en la calle que cruzas, en la farmacia a la que vas, en la parada del bus.

No se borra porque no la mires. Se fortalece en la oscuridad.

Y en esa oscuridad, los de siempre no ganan por ser muchos. Ganan porque tú no estuviste.

Regresar al blog